La estética no va antes ni después de la usabilidad en un sitio web

Este artículo inicialmente se iba a tratar de la actualización contínua y orgánica que debe tener una web, y de por qué esto es importante. Sin embargo durante mi investigación fuí encontrando muchos artículos donde se expresaba deliberadamente que la usabilidad está “antes” o “primero” que la estética.

Hay una especie de afán por situar siempre una cosa por sobre o delante la otra, como queriendo establecer jerarquías lineales, donde opera una lógica de exclusión binaria: es lo uno o lo otro. Como entremés, diré inmediatamente que C O M P A R T I M E N T A R  el fenómeno (la experiencia del usuario en una web), es comenzar haciendo un análisis sesgado. Pasado de moda además, por qué no decirlo. 

El internet como tal reclama una perspectiva pluridimensional y no lineal. 

En este artículo quiero reivindicar el componente estético, lo subjetivo. Subordinado siempre a lo “más importante”, la usabilidad que en este caso corresponde a lo objetivo. 

¿Qué es estética? ¿Qué es usabilidad?

Para entrar en materia, quiero que manejemos nítidamente los dos conceptos en cuestión: 

La usabilidad es un neologismo que deriva del inglés usability, y que corresponde a la cualidad que tiene una web o aplicación para ser usada por el visitante de forma fácil, cómoda y efectiva. Los factores de la usabilidad son la accesibilidad, funcionamiento técnico, calidad y utilidad de los contenidos y navegación. 

La estética por otro lado, es un concepto que proviene del griego αἴσθησις (aísthêsis), «sensación». 

Se define como una reflexión filosófica que se hace sobre objetos artísticos y naturales, y que produce un «juicio estético». La percepción sensorial produce abstracciones, que pueden ser traducidas en ideas y conceptos. 

Estas ideas provocan juicios, al relacionar elementos sensoriales; a su vez, la relación de juicios es razonamiento.

Aquí una cita de Gilbert Durand, filósofo, sociólogo, y antropólogo. 

“[...] a través de la imagen se vivencia un sentido, se despierta una experiencia antropológica, vital, en la que se ve implicado el intérprete. En el momento de la interpretación, el sujeto debe aportar su propio imaginario (aunque sea inconscientemente), imaginario que actúa como medio en el cual se despliega el sentido...” 

Galagarza, Luis. La Interpretación de los Símbolos.

Editorial Anthropos.

Pág 54.

 

En la experiencia de compra: Una mala decisión estética puede ser lapidaria, un problema de usabilidad es perdonable. 

Partamos con el potencial interpretativo que ofrece cada uno de los conceptos. Para esto voy a usar un ejemplo concreto que aplica tanto a una tienda física, como a una tienda online.   

Imaginemos que entramos virtual o materialmente a un local donde los aspectos funcionales operan de forma óptima: la caja está trabajando, hay vendedores, y los productos o los insumos están exhibidos en las estanterías. No obstante, el lugar está descuidado, desatendido. Se ve feo, posiblemente de mal gusto. Sí, porque el mal gusto molesta en la boca y en el ojo. 

En este caso, al igual que en un espacio virtual, operan consideraciones que tienen relación con las múltiples esferas que componen al ser humano, siendo la primera, la interpretación de la imagen. La identidad de una marca está íntimamente relacionada con esta experiencia visual y las malas elecciones estéticas de una empresa generan una primera impresión pregnante. ¿Por qué? Porque el potencial interpretativo de las imágenes es mucho más profundo y complejo que el potencial interpretativo de una mala experiencia utilitaria, la cual es perfectamente perdonable. Mientras una puede reflejar cuestiones identitarias (la imagen), la otra refleja problemas operacionales que se justifican fácilmente: la marca es nueva, falló la plataforma de ventas, la pasarela de pago "se cae", el menú es confuso, etc. Como primera experiencia esto resulta frustrante, ofuscante. Probablemente sobrevenga un berrinche (asumo que a tod@s nos ha pasado). 

Como primera experiencia de compra, si entro a una web descuidada visualmente o de mal gusto probablemente me vaya. Si es ropa, la desecho de lleno.  Si es comida, me daría profunda desconfianza. Y si se trata de tecnología, tendería a pensar que los componentes son baratos. Así de cruda es la cosa. 

En 1995, los investigadores Masaaki Kurosu y Kaori Kashimura, del Centro de Estudios de Diseño Hitachi, realizaron un testeo con el que pudieron concluir que los usuarios están fuertemente influenciados por la estética de cualquier interfaz. Inclusive si intentan evaluar la funcionalidad subyacente del sistema. 

¿Por qué sucede esto?

En el experimento se logró percibir que una interfaz poco funcional, pero estéticamente atractiva genera una respuesta positiva en el cerebro y hace creer que el diseño funciona mejor.

Para cerrar este periplo: 

“La revalorización de la imaginación que nuestro autor lleva a cabo conduce a la superación de este dualismo exacerbado en una concepción más unitaria y global, que contempla la totalidad de la psique como integrada en el seno de la función simbólica, pues, como dice Durand: 

No hay ruptura entre lo racional y lo imaginario; el racionalismo no es más que una estructura polarizante particular, entre muchas otras, en el campo de las imágenes.”

Galagarza, Luis. La Interpretación de los Símbolos.

Editorial Anthropos.

Pág 56