El trabajo asíncrono es algo que se viene

Antes de la pandemia que golpeó al mundo en los años 2020 y 2021, estábamos en una inercia cultural en el área del trabajo, de la cual no podíamos salir: solo un 1% de las personas trabajaba con alguna modalidad de trabajo a distancia. La emergencia sanitaria remeció las costumbres y empujó a hacer las cosas de manera diferente y en tan solo dos meses ese 1% pasó a ser un 40%. 

El entorno ha cambiado, pero se siguen aplicando las mismas reglas del modelo organizativo presencial, lo que está provocando en el trabajador, tal y como reflejan varios estudios, desde falta de desconexión mental hasta dificultades para finalizar la jornada laboral. También pérdida de tiempo y, por tanto, de productividad, debido al aumento de las videollamadas y al flujo constante de correos electrónicos, mensajes y otras distracciones. ¿Cómo solucionarlo? Adoptando el denominado trabajo asíncrono.

¿Qué es el trabajo asíncrono o asincrónico? 

El trabajo asíncrono, propone trabajar en equipo de modo diferido en el tiempo, es decir, en diferentes momentos. Generando así una dinámica de comunicación asíncrona que conduce a un trabajo más centrado y tranquilo, ya que su principio diferencial radica en la autogestión del tiempo de trabajo, dejando a un lado la necesidad de estar disponible, o la demanda de disponibilidad de otros miembros del equipo, de forma inmediata. 

Se trata de permitir que los profesionales autogestionen su tiempo de trabajo, su horario y disponibilidad, sin afectar por esto la realización de los objetivos. De hecho, este modo de trabajo asíncrono potencia la concentración que lleva a un aumento de productividad laboral. El teletrabajo actualmente está mal entendido por gran parte de las empresas, que confunden el trabajar en remoto con realizar el trabajo desde casa en las mismas condiciones y formas que se hacía en la oficina; la expresión “marcar tarjeta” es muy ilustrativo de lo innecesario y poco alentador que puede ser cumplir franjas horarias por mera obligación. Las horas se vacían de sentido y no sólo aparece la depresión, sino también la falta de motivación y productividad. Entonces, ¿por qué no pensar distinto y aplicar formas nuevas de trabajo? A los individuos nos mueven las metas, y los procesos para llegar a esos objetivos, naturalmente. El tiempo transcurre con sentido a propósito de las acciones que se lo otorgan. ¡Lo mismo aplica a la vida! ¿Medimos el sentido de nuestra vida en relación a las experiencias o a la cantidad de marcas hechas en el calendario? 

Sólo algunas de las ventajas del trabajo asíncrono

Mayor productividad: Por mucho que creamos que la multitarea nos hace ser más productivos, en realidad sucede todo lo contrario. Nuestro cerebro abandona una tarea para empezar otra. En cambio, lo que sí funciona es la atención focalizada: los momentos de concentración aumentan el rendimiento y la productividad.

La información está siempre disponible: Las reuniones o llamadas son perecederas, en cambio un vídeo o una grabación de audio nos permiten rescatar la información siempre que sea necesario, lo que a su vez brinda la oportunidad de reflexionar antes de responder y comunicar ideas de la manera correcta.

Se refuerza la motivación: Tú decides (o más bien sabes) cuándo estás motivado para realizar un trabajo sin ser interrumpido por otras personas o agentes externos, como por ejemplo el sueño, si has tenido una noche de insomnio. Como ya demostró en 2003 un estudio realizado por la Universidad de Dakota del Norte, a la hora de alcanzar una meta, no importa tanto si el medio es presencial o remoto, sino el hecho de poder escoger el entorno más conveniente cuando se desea. Las personas parecemos valorar mucho la libertad de elegir cuándo, cómo y dónde tratar un asunto.

Aumenta la felicidad: Un trabajador que se sienta libre de elegir cuándo y dónde trabajar sufrirá menos estrés que aquel que se vea obligado a cumplir de manera inmediata e innecesaria. Recordemos que el agotamiento o síndrome del trabajador quemado está provocando que cada día cientos de desertores (quitters, en inglés) se sumen al fenómeno conocido como la Gran Dimisión (en 2021 casi 40 millones de estadounidenses dejaron sus trabajos por voluntad propia. Una tendencia que comenzó a gestarse durante la pandemia de coronavirus.). La fuga de talentos de las empresas empieza a estar motivada por esta cuestión y no por aspectos relacionados con el aumento de sueldo o el crecimiento profesional.

Realización vital

Leyendo un artículo en el New York Times sobre la Gran Dimisión, puedo entender mejor cuál ha sido, es y continuará siendo el fenómeno que ocurre en Chile, y el mundo entero. La gente luego de la pandemia ha reordenado sus prioridades; cuando se tiene la muerte cerca, devienen los cuestionamientos con respecto a la vida. Surgen preguntas, surge la urgencia por la realización vital. Entonces no es de extrañar que las personas ya no estén queriendo formar parte del sistema laboral donde estaban insertos antes de la pandemia. No se trata de flojera, tampoco tiene que ver con las ayudas sociales. Esta es una forma muy básica de analizar el hecho, y ahora que el quitting es masivo y universal, no cabe más que preguntarnos con honestidad y mucha humanidad: ¿qué se debe mejorar?



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